El fotógrafo tranquilo.
Joaquín Valdeón es un artista inquieto. Músico de profesión y culto de vocación, su vida ha transcurrido en ambientes que han favorecido su pasión por el arte, los viajes y las amistades.
Desde hace unos años, ha elegido la fotografía como medio de expresión plástica de una buena parte de sus inquietudes vitales. Centrándose casi exclusivamente en el retrato, sus modelos pertenecen, generalmente, a su entorno más cercano. Armado con cámara Hasselblad de formato cuadrado, Joaquín prefiere el blanco y negro tradicional antes que los actuales sistemas digitales, que conoce pero apenas practica. Experto en las técnicas convencionales, revela sus propios carretes y positiva personal y cuidadosamente sus copias.
Su creciente obra fotográfica, fruto del esfuerzo y la constancia, no pretende revolucionar el medio sino afianzarse en él. En este sentido, Joaquín es un fotógrafo clásico y, como tal, las invenciones estrafalarias le provocan indiferencia. Lo suyo es transmitir emociones, traspasar las barreras que lo separan de sus sujetos; su original y espartano talento radica en los conceptos.
Lo que más sorprende de sus imágenes, aparte de una claridad técnica y formal excepcionales, es la quietud y la tranquilidad que emana de sus personajes; están literalmente vivos en nuestra presencia, transcendiendo el tiempo y el espacio para convertirse en personajes atemporales. Si la fotografía, para Joaquín, es un espejo que refleja su realidad y la de los suyos, es como si él mismo hubiera desaparecido detrás del espejo para dejarnos cara a cara con sus auténticos protagonistas. Joaquín es discreto, no impone: observa, siente y, con toda la paciencia del mundo, dispara. La maestría de Joaquín consiste en desvelar ese momento mágico en que la luz y la expresividad se unen para, relajadamente, descubrirnos la conciencia íntima de sus retratados, que como casi siempre ocurre, es la nuestra propia.
Carlos Casariego, noviembre 2013.